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Plantas medicinales y remedios ancestrales en Bolivia

Woman stands on a grass plain

La pandemia del Covid-19 significó un desafío para la humanidad. Frente a un virus nuevo para el que no existían remedios ni tratamientos médicos, la ciencia internacional puso a disposición sus principales laboratorios y recursos humanos para encontrar una rápida vacuna.

Mientras tanto, los pueblos indígenas bolivianos tuvieron que recurrir a la sabiduría tradicional para complementar el aislamiento y el distanciamiento social.

Por Damián Andrada y Betty Villca Mitma

En Bolivia, el sistema de salud no estaba preparado para enfrentar al SARS-Cov-2. En el mes de mayo, la cantidad de contagios se disparó. Para junio, los hospitales y las clínicas comenzaron a colapsar, y las imágenes de personas que fallecían en las calles circularon en la prensa internacional. El mismo camino le siguieron los cementerios, funerarias y crematorios. A la falta de médicos y enfermeros, se sumó el incremento en los precios de las medicinas, las colas en las farmacias y la aparición de curas mágicas.

En este contexto, los pueblos indígenas del Estado Plurinacional de Bolivia que habitan en áreas rurales acudieron a la sabiduría ancestral, la medicina tradicional y las plantas medicinales para aumentar las defensas y evitar tener que concurrir a las ciudades, donde circulaba el virus. De este modo, las y los abuelos revitalizaron el conocimiento indígena: se dieron cuenta de su valor, le dieron una nueva vida y lo compartieron con los más jóvenes.

Un puntapié para revalorizar los saberes ancestrales se dio en la Amazonía boliviana. La Presidenta de la Organización de Mujeres del Territorio Indígena Multiétnico (TIM), Paulina Noza, y la investigadora especializada en derecho indígena Fátima Monasterio Mercado desarrollaron “Remedios del Monte”: un recetario de 38 medicinas tradicionales para levantar las defensas, curar la tos y los resfríos. Diseñado en un formato visual simple, los cinco pueblos indígenas del TIM, mojeño trinitario, mojenio ignaciano, movima, tsimane y yuracaré, imprimieron el vademecum, lo descargaron en sus teléfonos y lo compartieron por Whatsapp.

Community Members sitting at a community meeting
Paulina Noza y Fátima Monasterio Mercado, las autoras del recetario “Remedios del Monte: saberes ancestrales para el cuidado colectivo territorial”, en la comunidad Tsimane de San Salvador sobre el Río Apere.

Plantas medicinales en el Altiplano

El Territorio indígena Jach’a Marka Tapacarí Cóndor Apacheta se encuentra en Oruro, entre los municipios de Pazña y Antequera, cerca del Lago Poopó. Al ser un pueblo del Altiplano que vive de la cría de animales y la producción de leche y queso, rápidamente optaron por aislarse y disminuir el contacto con la ciudad.

En el Ayllu (comunidad andina) Cóndor Apacheta, Valentín Arroyo, de la comunidad Challwamayu, cuestiona a las autoridades de salud y explica que tuvieron que apelar a sus hierbas medicinales: “En esta comunidad casi todos tienen sus eucaliptos. También utilizamos wira wira. Estas plantas nos han protegido. Hoy por hoy, aquí no utilizamos el tapabocas. Nos estábamos olvidando de las medicinas tradicionales, tuvimos que recuperar el conocimiento de nuestros abuelos y aprender a consumirlas”. Su vecino Melecio Martínez agrega otras plantas como el pino y la manzanilla. “No hemos ido mucho al hospital. En la casa nomás hemos estado. Le hemos dado importancia a nuestras plantas medicinales”, explica.

En la comunidad Negro Kayma, Valerio Mamani cuenta su propia experiencia. Se contagió el Covid-19 cuando fue a cobrar su bono social a la ciudad de Oruro: “A los cuatro días me ardía mi garganta y me cansaba en las subidas. Con los primeros síntomas, me preparé mis propias nebulizaciones. Así he ido sanando tranquilamente. No siempre es necesario ir donde los doctores. He consumido todas las plantas medicinales de mi comunidad: eucalipto, manzanilla, ajo, limón y jengibre. También he tomado la planta chachacoma como agua y he hecho humear la th´ola dentro de los cuartos”. Experiencias como estas se repitieron en toda Bolivia y generaron críticas de por qué el Estado no se había acercado a los territorios indígenas a entregar los bonos, obligándolos a concurrir a las ciudades.

En el Ayllu Torre Jak’e, Vitalia Martínez también utilizó el eucalipto, aunque se inclinó por otras plantas medicinales como el zuni y la ariwina: “Esto es bien para la tos. Con agua caliente, como té se consume. Lo tomó toda la familia. No es tan fuerte como el eucalipto. También he consumido la planta ‘amor seco’ que es buena para la tos y la gripe. A veces no conocemos las propiedades de muchas plantas”.

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La comunaria Vitalia Martinez de la comunidad Torre Jak´e Ayllu Tapacarí sostiene que es mejor consumir las plantas medicinales de su territorio como el zuni, la ariwina, el eucalipto y el amor seco.

Plantas medicinales en Tierras Bajas

Una situación similar se vivió entre los pueblos indígenas del Oriente boliviano. Al colapso del sistema de salud, la llegada del Covid-19 al territorio indígena de Lomerío generó muchísima preocupación en el pueblo Monkoxɨ: para principios de junio se calculaba que más del 50% de los habitantes tenía coronavirus. Ante la ausencia de médicos y remedios, los indígenas Monkoxɨ también recurrieron a las medicinas naturales de los bosques.

“Para contrarrestar la enfermedad utilizamos kutuki, copaibo, masiaré, matico, limón criollo y el paraíso. Son remedios de la naturaleza y los usaban nuestras abuelas y abuelos. Los tomamos como té o los hervimos y aspiramos el vapor”, explica la presidenta del Consejo Consultivo Autonómico (CAA) María Chore Oliz. La dirigenta reconoce que, en algunos casos, la desesperación los llevó a consumir de modo incorrecto la medicina natural por lo que tuvieron que establecer medidas, horarios y dosis diarias para evitar intoxicaciones.

La autoridad está convencida de que las hierbas y plantas son las responsables de que la mayoría de los indígenas de Lomerío haya superado la primera ola de la pandemia: “Esas medicinas naturales nos han salvado de esa enfermedad. Incluso yo también caí con el Covid. Hay que recuperar esos medicamentos. Nosotros los usamos poco, pero, en cambio, nuestros abuelos y nuestras madres los utilizaban para la fiebre, la diarrea y el vómito. Con esta pandemia tuvimos que recurrir a nuestras medicinas tradicionales”. 

El resultado del uso de los saberes ancestrales fue tan bueno que el pueblo Monkoxɨ comenzó a comercializar la infusión de kutuki en botellas de plástico de 2 litros. Las consultas por el macerado aumentaron a través de las redes sociales y rápidamente la infusión se convirtió en un emprendimiento. Al envasado del “jarabe” le siguió una etiqueta que detalla el modo de aplicación, 15 mililitros tres veces al día, junto a las contraindicaciones para niños, personas con hipertensión y mujeres embarazadas o en lactancia.

Community gathered for a photo
El pueblo Monkoxɨ de Lomerío encontró en la infusión del kutuki una medicina natural para enfrentar al Covid-19. Hoy lo comercializan en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.

La comunidad como salud

La pandemia ha evidenciado, una vez más, las desigualdades existentes en nuestras sociedades. A la inequidad de acceso a la salud, a los pueblos indígenas se les suma la situación de abandono estructural: desde la ausencia de hospitales en sus territorios hasta la escasez de medicamentos básicos como el paracetamol o el ibuprofeno.

Sin embargo, como tantas otras veces en su historia, los pueblos indígenas han encontrado formas de sobrevivir: primero, aplicaron el aislamiento en sus territorios alejados de las ciudades y, más tarde, apelaron a su medicina tradicional. Estos saberes se socializaron entre todos los miembros de las comunidades y dejaron en claro que su función era aumentar las defensas del cuerpo para evitar tener que ir a las ciudades donde circula el virus.

Las comunidades del Territorio Indígena Multiétnico en el Beni, del Territorio indígena Jach’a Marka Tapacarí Cóndor Apacheta en Oruro y del pueblo Monkoxɨ en Lomerío son solo un pequeño ejemplo de las múltiples respuestas y estrategias con las cuales los pueblos indígenas se defendieron del coronavirus. En este camino, la medicina ancestral ha sido un mecanismo para garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por Naciones Unidas.

Tomando como punto de partida estos 17 objetivos para mejorar la vida de todos sin dejar a nadie atrás, el Proyecto Navegador Indígena apoya la autoprotección de las comunidades, el fortalecimiento de su conocimiento ancestral y la defensa de su propia cultura en armonía con la Madre Tierra. La medicina tradicional pone de manifiesto que para la recuperación sostenible post-pandemia es necesario incluir las diferentes cosmovisiones de los pueblos que habitan nuestro planeta. La humanidad necesita del conocimiento de todas las culturas, incluyendo la sabiduría de los pueblos indígenas.

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